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Turbina de gas
De la combustión a la cogeneración
¿Sabes qué es una turbina de gas? ¿Y por qué es capaz de generar tanto energía como calor útil, que puede convertirse a su vez en energía eléctrica? Esta tecnología es muy utilizada para la generación de energía por su capacidad de responder a la demanda energética en poco tiempo y por su eficiencia. Además, contribuyen a la economía circular al utilizar el calor residual y emplearlo para la cogeneración de energía. Te contamos en qué consiste y cómo funciona este sistema de producción de energía de alto rendimiento.
¿Qué es una turbina de gas y para qué sirve?
Una turbina de gas es un motor que, a partir de un combustible (un gas, habitualmente gas natural) genera energía mecánica. La energía producida puede transformarse en electricidad mediante un alternador o emplearse para impulsar sistemas mecánicos. Básicamente, la turbina de gas consta de tres componentes principales: el compresor, la cámara de combustión y la propia turbina. Su función principal es convertir la energía que almacena un combustible en energía útil mediante un proceso de combustión controlada.
En el sector energético, las turbinas de gas se emplean para generar energía de forma eficiente mediante la transformación de la energía mecánica en electricidad. El calor que se produce en el proceso de combustión se aprovecha, además, para calentar agua en una caldera de recuperación. Es decir, se produce lo que conocemos como cogeneración de energía, ya que ese agua caliente resultante genera a su vez vapor o energía térmica, que a su vez puede ser utilizada en los procesos productivos y/o para producir energía eléctrica.
Por su eficiencia y sus características, las turbinas de gas se han convertido en una alternativa muy utilizada para cubrir las demandas de energía de una forma en la que se contribuye a la economía circular. Te explicamos cómo funcionan.
¿Cómo funciona una turbina de gas?
La turbina de gas libera energía mediante la compresión y combustión de gases, y esta energía se transforma en movimiento de las palas de la turbina. En un primer paso, la turbina de gas aspira aire de la atmósfera y lo comprime a alta presión en el compresor, lo que hace que aumente su temperatura y su densidad y sea así más propenso a la combustión. Este aire comprimido se mezcla con el combustible (habitualmente gas natural) en la cámara de combustión.
Esta combustión genera gases calientes a alta presión, que se expanden rápidamente y pasan por las palas de la turbina, lo que produce la rotación en las mismas. Este movimiento generado por el gas produce energía mecánica, que un alternador transforma en electricidad.
De este proceso resultan también gases residuales, que pueden ser expulsados al exterior a través del sistema de escape o, en un sistema de cogeneración, utilizarse para calentar agua o generar vapor en otros procesos industriales, lo que permite aprovechar la energía térmica generada. De este modo, el sistema es más eficiente y se adapta mejor a los principios de la economía circular.
Ventajas de una turbina de gas
Las turbinas de gas presentan varias ventajas. Te las contamos:
¿Qué combustible se utiliza en una turbina de gas?
Aunque pueden emplear otros combustibles, como el diésel o el biogás, el gas natural es el que más comúnmente se utiliza en las turbinas de gas, ya que es un combustible abundante y con un coste relativamente bajo. En una de las múltiples aplicaciones de sus productos y servicios, Repsol también suministra gas natural para plantas eléctricas que operan con turbinas de gas, que son clave en la actualidad para la producción de energía.
Asimismo, desarrollamos y comercializamos lubricantes de alto rendimiento para turbinas de gas que prolongan considerablemente la vida útil de estas tecnologías. De este modo, nuestra compañía contribuye a impulsar soluciones cada vez más eficientes, en continuo proceso de innovación, para la generación de energía.
Además, el diseño de las turbinas de gas las convierte en una pieza más de la economía circular, al facilitar la cogeneración de energía. Esto se traduce en un menor consumo de materias primas y menos emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.